viernes, 13 de febrero de 2009

SIATA AMPURIAS

ESTRENAMOS UNA NUEVA SECCION que a mi me parece va a ser muy curiosa para todos los amantes de las 4 ruedas. Se trata de dar un "vistazo" hacia atrás, de ver como eran los coches hace años para, así, comprender mejor los actuales. Empieza... CLASICOS DE LAS 4 RUEDAS.
Y empezamos esta nueva sección con el Siata Ampurias. Fue el único que e atrevió a hacer del 600 un tres volumenes. Todo tiene su historia.
Este modelo fue una improvisación, un salir del paso. La factoría tarraconense necesitaba de forma urgente arrancar la actividad. Seat no podía cumplir los plazos de entrega de los primeros autobastidores "BU" del Seiscientos, previstos para enero de 1960. Por tanto, Franco Ambrosini, responsable máximo de la naciente empresa, se vio en la tesitura de templar gaitas y reaccionar. Solicitó a su equipo de colaboradores una transformación sencilla y rápida, pero impactante. La idea sería una modificación personalizada sobre un 600 completo y matriculado. Así nació, un tercer volumen, un falso maletero, un "culo".
Ahí no acabó la operación dos por uno. El irreconocible 600 había ganado tamaño y empaque, pero también treinta kilos suplementarios. Y si los 21,5 CV del motor de serie no daban para mucho, todavía menos con el lastre añadido. Enseguida los técnicos echaron mano de uno de los paquetes mecánicos ya trabajados: uno para el 600 y otro para el 1400. En el primer caso, el trucaje conllevaba sustituir dos elementos principales: el cigüeñal de serie por uno especial fabricado por Enmasa y los pistones originales por otros con los bulones colocados más elevados. De esta manera, manteniendo las mismas bielas, aumentaban la carrera de 56 a 65 mm y la cilindrada de 633 a 735 cc. El equipo lo completaban un juego de segmentos, retenes y juntas, un filtro de aceite y un surtidor del carburador de mayor paso.
El resultante motor 750 (así se le identificó) aportaba diez caballos extras. Los suficientes para que a la hora de medirse en carretera al 600 le concedan una clara superioridad.
Prestaciones al margen, dentro del Ampurias casi todo recuerda al modelo de partida. Conserva las estrechas butacas tapizadas en tela de "pata de gallo", el salpicadero metálico, las rejillas superiores de ventilación, el cuadro principal de plástico gris, la llave de contacto en el centro y el tirador de puesta en marcha colocado en el sitio original, entre los dos asientos. Detrás, otro tanto. Tampoco varía la posición del asiento ni el espacio real después de los quince centímetros y medio ganados a la longitud total del coche. Sin embargo, parece más grande. Una sensación que sobreviene por la luminosidad que aporta la luneta panorámica.
Dicho lo cual, ¿qué significó realmente el Ampurias? A una Siata recién constituida, le reportó imagen y rodaje. Mostró a la luz pública cuál iba a ser su línea de trabajo y, de paso, transmitió seriedad a los ojos de la cuasiomnipotente Seat y principal salvaguardia de su presente y futuro inmediato. Otro cantar era la viabilidad del vehículo. Al cliente, las cuentas se le disparaban. De primeras debía entregar un 600 de su propiedad (que por entonces costaba 70.000 pesetas) y luego pagar 25.000 por los trabajos de carrocería y 12.000 por los de motor. Total: 107.000 pesetas de las de 1960. El precio con el que saldría al mercado el Renault Dauphine al año siguiente.
A pesar de su pobre exito no deja de ser una, muy poco conocida, variante del famoso 600.
Fuente: Autopista

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